VALE MÁS QUE DIGAN AQUÍ CORRIÓ QUE AQUÍ QUEDÓ
Por: Roberto Montoya Martínez
ABRIL 30 DE 2024
Una pareja que ha estado en la mira pública es la conformada por Michelle Renaud y Matías Novoa, que a fines del año pasado por lo discreto y en circunstancias misteriosas se casaron.
Ni tan misteriosas, pues estos niños se comieron la torta antes del recreo. Lo que en principio se manejó como panza natural, resultó ser que iba a crecer la prole.
Sabedores de que la prensa de espectáculos es todo, menos respetuosa de la vida privada de los artistas, se vieron en la necesidad de cambiar de residencia. Échense este trompo al’ uña.
Esta pareja de enamorados que se conocieron mientras hacían el culebrón llamado LA HERENCIA, optaron por irse a la madre patria, argumentando que el actor de origen chileno ya tenía pactados algunos proyectos.
En cuanto a la ex actriz infantil se fue sola, dados los compromisos profesionales de su actual pareja, se marchó a toda prisa, pues ya sentía pasos en la azotea.
Y es que resulta y resalta que Josué Alvarado, ex esposo y padre del primogénito de la flamante señora de Novoa, ni por enterado estaba de que ella y su chilpayate se iban a las Europas.
Eso lo puso fúrico, ya que no le tomaron parecer., es más, ni se firmó el convenio de custodia compartida. ¿Tan mal trató este señor a Michelle? Independientemente de eso, al bato le están pisoteando sus derechos y sus izquierdos.
Por eso traía tantas ganas de irse luego la protagonista de LA REINA DEL FLOW. No fuera que este loco no la dejara marchar.
Más vale que digan aquí corrió que aquí quedó. Mientras Matías termina sus compromisos laborales con México, Michelle estará ya instalada en España, donde sentará sus reales, a fin de no verle la cara a su ex marido, que no se quedará de brazos cruzados, tras ser pisoteados sus derechos como padre.
A causa de sus mascotas casi no se iban. Más allá del porvenir profesional que les espera a los histriones en la península ibérica, por tal de sacarle al bulto a los problemas que se iban a presentar, hicieron caso al dicho tan conocido: Patas pa’ qué las quiero.