No es un problema de hoy, se ha venido haciendo viejo y no se ve voluntad política para que le pongan remedio.
La mística del servicio es amor al trabajo, pero también constituye un compromiso ético de quien dirige y quien opera las instituciones públicas. Es darle al ciudadano la solución pronta a sus demandas.
La mística se arraiga en la persona como parte de un compromiso interior y que lo traslada a la materialización de sus obligaciones. Es algo así como venerar el trabajo desde el momento que tenemos la oportunidad de aplicar nuestros conocimientos o nuestras habilidades en la realización de una actividad productiva.
Advertimos con pesar que ese núcleo en el interior humano se ha venido perdiendo de manera gradual en perjuicio de muchos ciudadanos. El derecho a la justicia se está devaluando y el enojo ciudadano debe ser atendido. Los tribunales se saturan de expedientes, no porque las demandas ciudadanas se vuelvan excesivas, sino porque la mística en el servicio se ha perdido.
Se presentan las demandas, se reciben y por lo que parece, se destinan a espacios exclusivos para guardarlas y dejarlas que duerman el sueño de los justos. La búsqueda se vuelve desesperante. Los expedientes en muchos casos no aparecen. Cuando se encuentran, el servidor público se excusa, que como son muchos, no se logra tener el control sobre los mismos.
Los horarios de trabajo son insuficientes, no se paga tiempo extraordinario para que el servidor público asista en horarios distintos para depurar el rezago. El personal es mucho pero improductivo en su trabajo. Juntas y Tribunales de Conciliación y Arbitraje y Agencias del Ministerio Público, constituyen el lunar de la demora.
Lo hemos dicho en este espacio de opinión que los responsables son numerosos. Los titulares de las dependencias se entretienen en otras cosas, no supervisan el trabajo de los demás. Cada quien hace lo que su imaginación le dicta. Hay distracción recurrente en los trabajadores. Dejan sus quehaceres para consumir sus alimentos, cuando pueden llegar bien desayunados. Se levantan continuamente de sus lugares de trabajo y dejan a los demandantes del servicio en espera por mucho tiempo, el horario es corto y la solución a las demandas ciudadanas muy pocas.
Los colegios de abogados desatienden el problema y no escuchamos que haya reclamos para que el problema se corrija. Hoy ha sido la pandemia como la causa del rezago, pero el problema se está haciendo viejo y las soluciones no llegan. El Abogado toca puertas y lo atienden funcionarios, pero el mal sigue creciendo y no hay hasta ahora quien lo detenga.
Quejas son muchas, los colegios de abogados no han querido o tienen desgano de atender el problema. El Abogado colegiado, se desanima de formar parte de esos gremios profesionales. Es saludable tener amigos, intercambiar experiencias e incrementar el conocimiento. Sin embargo, los espacios jurisdiccionales para una contienda profesional de calidad, pronta y justa, no están funcionando y nada hacemos por sanearlos.
Para nuestros representados el mal somos nosotros como Abogados, los reproches se multiplican y mejor nos dejan para ir en busca de mejores soluciones, dejando al Abogado sin el derecho a desempeñar una representación digna. La ausencia de esa mística en el servicio público y la presencia fantasmal de los colegios de abogados se revierte en perjuicio del ciudadano y también del Abogado.
Ante la pasividad colegiada, pedimos su auxilio señor Gobernador electo, para que las condiciones de justicia en la entidad sean una realidad al asumir su responsabilidad oficial.
¿Usted qué opina?