Rosario Robles ha comentado a amigos y familiares que la han visitado en la cárcel que se siente “abandonada y traicionada” por el expresidente en el que tanto confió
A Rosario Robles, en su carrera como política, la han perseguido dos cosas: su pasión por la política, desarrollada desde que era líder sindicalista en la UNAM, y su confianza excesiva en políticos hombres que primero la encumbraron y luego la traicionaron. Su ascenso en la política, sus caídas y sus regresos siempre estuvieron marcados primero por su trabajo como mujer que rompió esquemas y paradigmas en la política, pero también por los hombres con los que trabajaba y a los que también ella impulsó y ayudó con su trabajo político, pero que por razones diversas terminaron por afectarla, al grado de que hoy está en la cárcel, primero por un delito que no ameritaba prisión, y ahora le acaban de dictar una segunda orden de aprehensión por dos delitos graves: asociación delictuosa y lavado de dinero.
Desde sus inicios políticos como parte de la dirigencia del STUNAM, Rosario tuvo la habilidad de acercarse a figuras políticas masculinas que la ayudaron a abrirse camino. En 1987 se acercó a Cuauhtémoc Cárdenas y fue parte de la fundación del PRD, tras el rompimiento de la Corriente Crítica del PRI. El ingeniero Cárdenas la volvió una de sus operadoras de confianza y la apoyó a tal grado que cuando llegó a ser Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, la convirtió en su secretaria de Gobierno y, tras su renuncia para buscar ser candidato presidencial, la dejó como su sustituta al frente de la capital del país, de la que Robles se convirtió en la primera mujer en gobernarla en toda su historia.
Pero en aquellos años, ya como Jefa de Gobierno, Rosario se acercó más a Andrés Manuel López Obrador, de quien se convirtió en una colaboradora tan estrecha que prácticamente le coordinó su campaña para la Jefatura de Gobierno. El tabasqueño que le estaba agradecido por que le ayudó a llegar a gobernar una ciudad en la que ni siquiera tenía en ese momento una residencia efectiva de 5 años, la hizo dirigente nacional del PRD, el cargo que él había ocupado previamente. Ya en ese entonces, cuando Rosario se había vuelto tan cercana a López Obrador, a Cuauhtémoc Cárdenas le molestaba el distanciamiento de Rosario hacia él y su cercanía con el tabasqueño, al grado de que en alguna plática por aquellos años, al siempre sobrio ingeniero le escucharon comentar en una mesa: “Yo a Rosario la conocí de morral en la Universidad y ahora se le ve con perlas de Tiffany”.
Para entonces la exjefa de Gobierno y lideresa del PRD había crecido en su dimensión política y ya no necesitaba —o al menos eso creyó ella— ni de la sombra de Cárdenas ni la de AMLO para emprender su propio grupo político. Junto a figuras como Ramón Sosamontes y otros políticos perredistas creó su propio proyecto político personal y para financiarlo se acercó al empresario argentino Carlos Ahumanda, a quien había conocido como contratista de las delegaciones en la Ciudad de México y con quien había trabado una relación tan estrecha que pasó de lo político a lo personal.
En el año 2003, ya con López Obrador en el gobierno, con quien el argentino seguía teniendo contratos y “tratos” con su secretario particular René Bejarano, la relación de Rosario con Ahumada, quien para entonces ya se había convertido no sólo en contratista sino en el financiero del PRD, de sus campañas y sus políticos, se había vuelto tan fuerte que juntos idearon un plan para que México tuviera la primera mujer presidenta de la República en el año 2006. Esa mujer era por supuesto la misma Robles Berlanga, a quien el canto de las sirenas y del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, con quien se había acercado a través de Ahumada, la habían convencido de que tenía todas las posibilidades de convertirse en candidato del PRD a la Presidencia de la República.
Fue en esos meses cuando Ahumada y Rosario idearon un proyecto periodístico que apuntalara no sólo los prósperos y millonarios negocios que Ahumada había hecho bajo el cobijo de los gobiernos del PRD en el DF, sino también las aspiraciones políticas de Robles. La idea del periódico El Independiente nació con ese objetivo y asesorado por dos influyentes comunicadores que entonces eran amigos y asesores personales del empresario argentino. El diario se inauguró en julio de 2003 con el periodista Javier Solórzano como director general y bajo la dirección editorial del periodista Raymundo Rivapalacio, quien había logrado negociar un contrato singular que le daba total independencia editorial para el manejo del periódico sin la intervención de Ahumada, que era el presidente y accionista principal.
Raymundo había reunido a un gran equipo de periodistas, reporteros y columnistas, del que tuve el privilegio de ser parte, junto a un gran equipo de periodistas, reporteros y editores. La corta historia de ese periódico es de todos conocida y a los 9 meses de creado, como un parto maligno, los videoescándalos y las acusaciones penales contra Ahumada en marzo de 2004, terminaron por reventar un proyecto que aunque duró unos meses más estuvo condenado al fracaso.
El golpe judicial contra Carlos Ahumada por haber filtrado los videos en los que René Bejarano recibía los fajos de billetes que se metía en la bolsa, terminó por hacer huir a Cuba y después pisar la cárcel al argentino y echó por tierra también los proyectos políticos de Rosario Robles, que terminó estigmatizada y tuvo que renunciar a la dirigencia nacional del PRD en agosto de aquel año. La venganza del jefe de Gobierno, López Obrador, contra el empresario argentino fue fulminante y el golpe fue también para Rosario a la que prácticamente terminó expulsando del perredismo, a pesar de la relación tan cercana que apenas tres años antes habían tenido y del apoyo que ella le había dado para convertirse en gobernante de la ciudad capital.
Defenestrada y rechazada por los políticos a los que había ayudado a encumbrar, Robles se dedicó entonces a mantener su imagen como mujer política y creó una consultoría política con la que asesoró a otras mujeres para ganar campañas. Participó como consultora con Ivonne Ortega en Yucatán, con Blanca Alcalá en Puebla y hasta llegó a incursionar en la escena teatral al ser parte del elenco de la obra “Los Monólogos de la Vagina” en 2007, mientras se dedicaba a participar también como analista en medios de comunicación y en programas de televisión.
EL REGRESO DE LA MANO DE PEÑA NIETO
Tuvieron que pasar 8 años para que Rosario Robles regresara a la escena política y otra vez lo haría de la mano de un hombre, esta vez el candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto. En su etapa de política independiente y consultora, Robles Berlanga se había acercado a figuras políticas del priismo, desde su relación con el expresidente Salinas, hasta sus acercamientos en la campaña presidencial priista de 2012 de la mano de una organización que creó junto con el expanista Manuel Espino, con la cual los dos se acercaron al grupo político mexiquense que a la postre ganaría la Presidencia y marcaría el regreso del PRI a Los Pinos.
En noviembre de 2012, el presidente electo Peña Nieto la presentó como parte de su gabinete legal, como secretaria de Desarrollo Social, cargo con el que volvió a estar en los primeros planos de la política nacional. Su cercanía con Peña Nieto se volvió cada vez más estrecha y la confianza que Robles le profesaba al inquilino de Los Pinos era total. Fue en esa época, entre 2012 y 2015, cuando se realizaron los contratos y pagos a universidades e instituciones públicas para la prestación de servicios que después la Auditoría Superior de la Federación observaría como irregulares, ante la falta de “comprobables” de los servicios contratados. Las investigaciones periodísticas de esos pagos por 7 mil millones de pesos la bautizaron como la “Estafa Maestra” y ese sería el tema que 4 años después la llevaría a ser acusada y detenida por la Fiscalía General de la República en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Pero antes de que Rosario pisara la cárcel, en la segunda parte del gobierno de Peña Nieto se desempeñó como Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. En las dos secretarías tuvo como Oficial Mayor y encargado del manejo de los recursos públicos y la asignación de contratos en ambas dependencias a Emilio Zebadúa González, un exconsejero del IFE y consultor político que se había vuelto su colaborador y operador de todas sus confianzas. Rosario confiaba tanto en Zebadúa que cuando comenzaron las publicaciones de la “Estafa Maestra” y aún en el gobierno peñista la PGR le abrió una investigación sobre el tema, ella defendía a capa y espada al chiapaneco que conoció y operó al detalle las transacciones, contratos y pagos cuestionados. “Él es una gente de toda mi confianza, sería incapaz de hacer algo sin mi conocimiento”, me dijo una vez en una plática la entonces titular de Sedatu que ya empezaba a mostrarse preocupada por la presión pública que pedía que fuera sancionada por los presuntos desfalcos cometidos en Sedesol.
En ese entonces Rosario se quejaba de que el encargado de la PGR, Alberto Elías Beltrán, no había avanzado nada en las investigaciones y narraba que ella misma había buscado al funcionario para pedirle que concluyera las investigaciones sobre la “Estafa Maestra” y determinara si ella o alguien mas tenía responsabilidades. “Fui a ver incluso al Presidente y le pedí por favor que diera la instrucción para que la PGR concluya ya la investigación y deslinde responsabilidades. Yo soy la primera interesada en que esto se aclare porque no tengo nada que ocultar”, decía la entonces titular de Sedatu. Y el tiempo le daría la razón porque paradójicamente fue esa investigación, abierta en el gobierno de Peña Nieto, de la que ella era parte, la que después retomaría el fiscal Alejandro Gertz Manero y ocasionaría que fuera primero citada a declarar y luego encarcelada en agosto de 2019, aún cuando el delito de “omisión”, el primero del que la acusaron, ameritara la prisión preventiva oficiosa.
En el encarcelamiento de Rosario Robles, que lleva ya un año en prisión y que con la nueva orden de aprehensión difícilmente abandonará pronto la prisión, se juntan tres traiciones de los hombres con los que ha colaborado: la primera de Andrés Manuel López Obrador, que ya como presidente declaró en dos ocasiones que su antigua operadora y amiga era “un chivo expiatorio” y que no era la responsable real de la corrupción ocurrida en el sexenio pasado, algo que hizo que Rosario se confiara y decidiera presentarse a declarar en una audiencia donde finalmente la detuvieron y la encarcelaron con el uso de documentos falsos para sustentar un supuesto riesgo de fuga; otra traición de su también amigo y colaborador “de toda mi confianza”, Emilio Zebadúa, quien terminó traicionándola y acusándola de presuntos delitos de los que él mismo fue partícipe, pero ahora como testigo colaborador. Y finalmente la traición también de Enrique Peña Nieto.
La misma Rosario Robles ha comentado a amigos y familiares suyos que la han visitado en la cárcel que se siente “abandonada y traicionada” por el expresidente en el que tanto confió y al que apoyó incondicionalmente y de otros personajes del gobierno peñista que se decían sus amigos y con los que ella tuvo lealtad y amistad. En todo este tiempo que ella ha estado en prisión no ha habido ningún mensaje, ni siquiera de aliento y ningún tipo de apoyo de quién la colocó finalmente en esta situación porque el esquema de desvíos utilizado en la llamada “Estafa Maestra” era un mecanismo que Peña Nieto conocía bien porque desde su gobierno en el Estado de México se utilizó a la Universidad Autónoma del Estado de México para simular contratos por miles de millones de pesos que nunca tuvieron comprobación real y que sirvieron para sacar dinero de las arcas públicas con las que se financiaba al PRI mexiquense y hasta el proyecto político del gobernador que después sería presidente.
Para documentar las traiciones que hoy tienen a Rosario en prisión y con dos nuevas acusaciones por delitos graves, una fuente del actual gobierno asegura haberle escuchado decir al presidente López Obrador que él no tenía nada que ver con la investigación contra Rosario. “La investigación no la iniciamos nosotros, ahí estaba en la Procuraduría, lo único que hicimos fue darle curso y eso es una obligación legal”, dijo el presidente. Y lo que dice la fuente tiene sentido con otra anécdota que cuentan excolaboradores cercanos de Peña Nieto: que antes de que terminara su gobierno, en el último mes, el encargado de despacho de la PGR, Alberto Elías Beltrán, fue a ver al Presidente a su despacho en Los Pinos para pedirle instrucciones. “¿Qué hago, tenemos todas estas averiguaciones abiertas y pendientes, si las dejo así las podrían retomar en el siguiente gobierno”, dijo Elías Beltrán mientras ponía sobre la mesa una baraja de expedientes penales. Peña miró las carpetas de investigación, cuenta la fuente, y como si jugará un juego de azar fue apuntando con el dedo las que debían ser cerradas y finiquitadas para que no las recibiera el nuevo procurador General de la República. Apuntó casi todas, menos dos que no debían cerrarse y una de esas dos era la investigación contra Rosario Robles Berlanga por los desvíos millonarios de la Sedesol. Aquel día en Los Pinos se decidió el destino de Rosario.
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