AVENTURA CON MI PADRE.
Martes 4 de abril de 2023.
Un día de estos miré una camioneta que decía “Aeropuerto de los Mochis” y me recordó algo que vivimos hace muchos años mi Papá, un Tío, el hijo de mi Tío y yo; les cuento.
Corría el año de 1984, cuando en lo personal, tenía un problema de salud en mis oídos, mientras que mi primo, que había nacido con problemas muy severos en sus pies, no podía caminar “normalmente”, o sea, requería de muletas y lo hacía con mucha dificultad.
Les dijeron a los más viejos de esta historia, que, en la frontera de México con los EEUU por Mexicali, existe un hospital, que divide las dos naciones, pero es de Calexico, California, que ahí atendían a los niños con problemas, pero, sobre todo, que era gratis.
Se pusieron de acuerdo mi Padre y mi Tío, para ir y llevar a sus hijos a que fueran atendidos por médicos estadounidenses.
Allá vamos en camión hasta la frontera. Apenas con 13 años de edad, yo; mi primo, creo que es mayor que yo sólo 2 años, o sea, 15 aproximadamente, y los viejos de 50 y tantos; llegamos a casa de unos parientes que, a decir verdad, nos trataron de maravilla, pero jamás he de olvidar que la primera noche de varias que estuvimos ahí, yo quería dormirme porque no había descansado las noches anteriores.
Apenas recuerdo, también, que las casa donde estábamos, era muy cerca de la frontera, del hospital al que nos llevarían los señores que tutoraban ese viaje y propósito; por eso, apenas desayunábamos, y nos preparábamos para ir al hospital que nos había de atender.
Y sí, llegamos al hospital en dos ocasiones distintas, para tener la misma respuesta en ambas visitas: que no había médicos para ese tipo de problemas que presentábamos mi primo y yo. Así que fue una aventura sin lograr ni siquiera una consulta médica.
Cuando se decide que regresemos a la capital de Sinaloa, se hacen todos los trámites para que así sea; nos vamos a la central de autobuses para comprar los boletos que nos permitieran subir al camión, llegan dos tipos con uniforme de un aeropuerto, bien recuerdo que era pantalón verde y camisa blanca con insignias del aeropuerto y un avión dibujado en el costado izquierdo; rápidamente abordaron a los Viejos y les preguntaron que a dónde nos dirigíamos, fue mi padre el que les dijo que hasta Culiacán.
Muy bien, dice uno de los tipos que nos abordaron; lo que pasa es que nosotros vamos a Los Mochis, somos del aeropuerto, acabamos de dejar a una familia aquí en Mexicali, y vamos de regreso para allá, si les cobramos la mitad de lo que ustedes van a pagar, ya no nos vamos sin ganar un poco; los viejos, como siempre, andaban un poco bajos de “lana”, se pusieron de acuerdo ellos, sin tomarnos en cuenta a nosotros, porque así se estilaba; una vez de acuerdo, ellos, les dijeron a los choferes del aeropuerto de la ciudad de Los Mochis que, aceptaban la oferta, nos subimos a una combi para regresar a Sinaloa.
Al inicio del viaje o aventura, todo era maravilloso. Habría que decirlo, mi padre intentaba, siempre, ser gentil y por eso siempre tenía muchas anécdotas qué contar, con eso, siempre se ganaba la atención de muchos, la mayoría de las personas le veía bien al viejo.
Salimos de Mexicali, de noche; pero los choferes venían ya, muy cansados; por eso, en breve, ya se venían durmiendo al momento de conducir.
Mi Papá, que decidió irse cerca del volante para revisar las formas, notó de inmediato que quien conducía, estaba durmiéndose, y le pidió parar, que fuera el otro conductor quien manejara, porque ya se había salido un poco de la carretera en dos ocasiones y el tiempo que transcurrió entre la primera y la segunda era muy corto; efectivamente, logró su cometido, fue el otro chofer que asumió el mando del volante, pero ocurrió exactamente lo mismo.
Fue que con mucha energía le pidió que parara y descansara para poder seguir; habría que recordar que era una combi, no son muy grandes que digamos, éramos 6 personas y prácticamente adultos todos, buenos, era yo el más chico, pero los espacios eran reducidos, sobre todo cuando algunos iban acostados.
De nuevo es mi Padre quien se sacrifica, porque la hizo de velador y cuidador de toda la tropa. Pero no alcanzó espacio ni para estar sentado, se tuvo que ir al suelo, en el desierto; que no le fue nada bien, porque un animal de esos que se sintieron invadidos le atacó, jamás supimos qué fue lo que le picó en al costado derecho de su espalda baja, haber si me la cree, duró con la problemática en ese espacio, mi Padre, como casi 10 años, alguna vez lo vio un médico, por esa razón y le dio nada, así le fue a mi padre esa vez.Ya casi por amanecer, casi todo mundo se despertó y continuamos con ese trayecto, como a las 10:00 de la mañana nos detuvimos a desayunar, en esos paraderos donde se paran los traileros, recuerdo que mi Padre pidió una “machaquita” y como era muy vacilón, salió tirando patadas diciéndole a los choferes que la carnita era de burro y por eso le había causado los deseos de tirar patada, una de las ocurrencias que los dos choferes aplaudieron de mi Viejo.
Así pasamos esa aventura, mi Padre y yo, esta vez con mi Tío Lupe y Rodolfo su hijo que en ese viaje conocí; aunque los viejitos ya se fueron, el recuerdo de esta aventura queda en el corazón y ahora quiero compartir con ustedes y, sobre todo, el darles a conocer que mi padre y yo siempre anduvimos juntos por todas partes.
Qué maravilla haber visto esa unidad del aeropuerto de Los Mochis, este día y que me inspirara a escribir esta historia que me hizo recordar una de las grandes aventuras que tuve con mi Padre, al que hace justamente dos años y un mes que despedí.