PENSANDO LA REALIDAD. 1 DE DICIEMBRE DE 2022.


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MI TÍA TULA

Jueves 1 de diciembre de 2022.

Quiero escribir un recuerdo, esto será para hacerle honores a una señora que fue una institución muy importante para muchos, para mí, lo fue.

Mi Tía Tula, así era reconocida, aunque su nombre era Gertrudis, nadie le decía así. Era hermana, la hermana menor de mi madre, que la década de diferencia entre ellas si hacía mella muy fuerte en la situación de salud de ambas; y muy a pesar de ello, se fue con mucha anticipación, todavía no definida porque mi madre vive aun, a sus 92 años, sigue con nosotros, gracias a Dios.

A mi Tía Tula la despedimos hace dos años en mi cumpleaños, específicamente.

En aquellos primeros años de mi vida, por la década de los 70s, marcó mi vida de manera singular; y quiero mencionar algunos detalles que son fundamentales para adjetivarla de esa manera.

En el verano, mi padre y casi todos en la familia nos íbamos al rancho a la siembra, con ello, nunca olvidó que su vida era el campo (mi padre).

Mientras que nosotros, los hijos, aprendimos el cómo cosechar, sacarle provecho a la tierra. Recuerdo que mi padre y mis hermanos se iban temprano al campo, le llamaban “El cerco”, ya habían desayunado, pero a la hora de la comida, debía ser yo, quien llevara el alimento que les permitiría seguir ahí, trabajando, hasta ya que el sol se ocultara.

Recuerdo que el transporte más adecuado para llevar comida a mi viejo y hermanos era en burro, pero no teníamos en la familia, porque la mayor parte del tiempo, estábamos acá en la ciudad; pero mi Tía Tula sí.

Ella tenía un burro muy noble, muy tranquilo, que, por cierto, en muchas ocasiones me lo había prestado para hacer este tipo de diligencias en el rancho o para ir a comprar huevos a otro lugar cercano, un racho de un hermano de mi padre que no estaba tan lejos.

Les comento que me encontré con el burro, por ahí, por cualquier lugar del rancho, y se me ocurrió sujetarlo, ya que traía una soga conmigo; se me ocurrió que me serviría para llevarle comida a mi gente y lo atrapé, que a decir verdad, no era para nada problema, ya que, de alguna manera, ya me conocía; una vez que lo atrapé, le puse comida para que no se quedara sin la posibilidad de hacerlo, (unos olotes que me encontré muy cerca, estaban todos juntos y se me hizo apropiado).

Después de amararlo me encaminé a la casa de mi Tía Tula que estaba en la parte alta del cerro, cuando llego le saludo y después del pellizcón tradicional, de siempre, -Hay hijo de la chingada y ¡Bolas! La nalgada, después. ¡Cómo disfrutaba ese momento!

Sacándole la vuelta a lo que iba, por fin me disido a preguntarle. – Tía Tula, ¿Me presta el burro, para llevarle comida a mi Apá?, -Huy mijo, pa saber dónde anda el chingado burro, (porque así hablaba mi Tía, y le quedaba, como a nadie más que yo conociera, era buenísima para ello) Pero bueno, le respondí de inmediato.

-No se preocupe, ya lo tengo amarrado allá abajo, cerca de la casa. Justo enseguida llega otro pellizcón y una nalgada más, pero bien dada. -Entonces, ¿Para qué me lo pides cabrón?, como si no supieras que lo puedes utilizar, acuérdate que lo de nosotros es de ustedes también.

Hay que decirlo, ella se casó con un hermano de mi padre, quiere decir que, si ella era hermana de mi madre, entonces, se dice que somos los hijos de ambos matrimonios, primos hermanos, hermanos; y en ese momento así era, no llevábamos de maravilla.

Bueno, después de frotar el brazo por el pellizco y la nalga por la nalgada, todavía me regaló un poco de galletas de animalitos, que ellos compraban por costales, hizo un cono de papel blanco que tenía, lo dobló con una facilidad que siempre me sorprendió. Ya con el permiso de llevarme al burro y con galletas, lo único que me quedaba era salir a llevar comida a mi gente, también me sobaba el pellizco y la nalgada.

Son muchas las anécdotas que se pueden contar, que puedo narrarles de mi Tía Tula, pero ésta, es una de las que más he querido hacer desde hace mucho y quiero decirles que he disfrutado el recordar aquellos años en los que nos la cotorreábamos de maravilla, que jugábamos en el patio de su casa, que era muy amplio. Siempre fue una persona con mucha capacidad de inyectar energía positiva, para eso nació.

Todo mundo que la conoció me dará la razón de esto. Un abrazo hasta el cielo Tía Tula, la queremos y recordamos todos, con mucho cariño.


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