Los brasileños continúan viajando pese a las restricciones por el COVID-19 y el colapso hospitalario


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El período de vacaciones de 10 días tenía como objetivo frenar la circulación del virus, pero miles de ciudadanos lo están usando para ir a localidades de la costa, donde destruyeron las barreras que impedían el acceso


Las autoridades de San Pablo y Río de Janeiro suplicaron a la población que se quedara en casa, pero miles de brasileños están viajando a ciudades costeras e ignorando las recomendaciones del primer fin de semana de un período de vacaciones de 10 días decretado para contener el aumento en infecciones por COVID-19 en el país.

Algunos residentes están aprovechando las vacaciones, a pesar de las advertencias de las autoridades. Las dos ciudades más grandes de Brasil, San Pablo y Río de Janeiro, han impuesto amplias restricciones a las actividades no esenciales. Las autoridades estatales adelantaron las vacaciones para crear un período de descanso de 10 días, que comenzó el viernes.


En Sao Sebastiao, una ciudad de más de 80.000 habitantes en la costa de San Pablo, los turistas destruyeron las barreras instaladas en el acceso a las playas para evitar aglomeraciones, según informes locales. La ciudad es una de las que sufrió una invasión de turistas que aprovecharon las vacaciones decretadas por el gobierno estatal.

“No vengas a la costa. Dependemos del turismo, pero ahora mismo dependemos de la salud. Necesitamos evitar un colapso aún mayor”, dijo el alcalde Felipe Augusto, enojado por los actos de vandalismo.

En Ubatuba, otra de las principales ciudades de la costa de San Pablo, los vecinos quemaron neumáticos en una carretera para intentar evitar la llegada de visitantes.

Pacientes internados en un gimnasio improvisado como hospital (AFP)Pacientes internados en un gimnasio improvisado como hospital (AFP)


Las restricciones a la actividad implementadas el año pasado fueron poco entusiastas y saboteadas por el presidente Jair Bolsonaro, quien trató de evitar la ruina económica. Sigue sin estar convencido de la necesidad de tomar medidas drásticas, temeroso de que el daño a la economía pueda generar más desempleo y caos social.

Brasil representa actualmente una cuarta parte de las muertes diarias por COVID-19 en todo el mundo, mucho más que cualquier otra nación, y los expertos en salud advierten que la nación está al borde de una calamidad aún mayor. El promedio nacional de siete días de 2.500 muertes llegará a 3.000 en unas semanas, dijeron expertos a The Associated Press.

El sistema de salud ya está colapsando, con casi todas las unidades de cuidados intensivos de los estados cerca o al máximo de su capacidad. El domingo, el 92,6% de las camas de UCI estaban ocupadas en San Pablo, mientras que el estado de Río de Janeiro tenía una ocupación del 92%.

Las autoridades de la ciudad de Río cerraron 19 tiendas y multaron a 60 bares, restaurantes y vendedores ambulantes el sábado por violar las reglas que prohibían su operación. En las playas de la ciudad, algunas personas ignoraron las nuevas reglas y se quedaron en la arena.

En términos absolutos, Brasil es el país más enlutado de Latinoamérica -y el segundo del mundo- con 312 mil fallecidos por la pandemia.


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