La justicia tarda pero llega. Este pleito de viejas chimoleras llegó a su fin. Una de las partes está feliz y contenta porque ganó la careada.
En cuanto a la otra parte, está llorando por los rincones como la Zarzamora. Hubo un tiempo en que trabajaron juntos, y ahora no pueden ser ni amigos. Cada uno desde su trinchera se dedica a lo mismo. Solo que una trabaja con alegría y el otro tiene que pedir permiso para trabajar, pues en su empresa no lo quieren más, ya no está de moda. Échense este trompo al’ uña.
Flor Rubio le asestó un gancho al hígado a Juan José Origel, pues le ganó la demanda que ella formuló en su contra por difamación, daño moral y deshonra pública. Para contextualizar, en 2016 el periodista guanajuatense se pasó de la lengua, argumentando que la comunicadora que ahora está al servicio de TV Azteca, era una trepadora, hipócrita, engañadora, arribista y traidora.
Pese a que no había prensa, nunca falta un alma caritativa que hizo su buena acción del día. Pepillo se refirió así de Florecita: “Esa carita de ángel se vaya mucho a la porra”. En realidad le recordó el 10 de mayo, y que el lugar que ocupó en Televisa en su momento, se lo agenció de un modo desleal y deshonesto.
Huelgan explicaciones. La periodista al saber de las calumnias y descalificaciones proferidas por su colega hacia ella, no pidió, exigió que se restañara su honra.
Como observante de la ley, le puso el dedo con los magistrados, quienes fallaron a su favor, y ahora Origel tendrá que vender hasta el alma al diablo, solo por bocazas.
Flor rubio ya dispuso del dinero que recibirá por parte de su colega, lo donará a organizaciones que velan por los derechos de las mujeres. Su honra quedó limpia, pero al menos sentó un precedente para que cualquier hombre mida sus palabras antes de vociferar en contra de una mujer.
No hay más cera que la que arde. Pepillo debe resignarse no solo a pagar una corta a Flor rubio, sino que también, debe llevar a cuestas el nada honroso título de misógino, a la par de bocazas y calumniador.
Mientras la periodista va a la pepena, su homólogo se queda con la pena, dado que le saldrá caro el chistecito. Hasta eso el muy cínico dice y asegura que eso no se quedará así. Ni quien le crea a este amigo que ya no sopla. Con el debido respeto. Periodista que se quema, quemado se queda.