Momentos de temor se vivió una vez más en Culiacán. Actos delincuenciales destruyen gran parte del sistema de cámaras de videovigilancia en la ciudad. Las cámaras danzaron en un espacio iluminado como víctimas inermes de una inseguridad galopante.
Jueves 30 de septiembre de 2021.
Autoridad vacilante y sin estrategias para reaccionar. No hubo detención de culpables. Se han perdido casi cinco años y los indicadores de quienes miden el comportamiento social, no han podido convencer a una sociedad molesta que han querido engañar con estadísticas absurdas y cifras maquilladas.
En la masacre vivida con la destrucción del equipo policial, prevaleció la parálisis policial ya que no hubo capacidad reactiva para detener a los causantes de tan escandaloso hecho criminal. En el ambiente policial seguro se escuchan las carcajadas de los autores de tan reprobables hechos.
Si no hubo reacción para evitar el escándalo ante los hechos sucedidos, tampoco podemos esperar que la investigación del delito se aclare y se castigue al culpable. El desafío delincuencial se manifiesta con más intensidad ante una autoridad rebasada y ridiculizada cuantas veces han querido.
¿Por qué el suceso? Es una pregunta obligada. ¿Quién expresó de esa manera su inconformidad destruyendo los equipos que los deben vigilar? ¿La ratificación en el cargo del Secretario Estatal de Seguridad Pública?
Un militar cuestionado desde que llegó a Sinaloa. Un personaje que fue señalado en el famoso operativo policial fallido conocido como el culiacanazo. Sinaloa, es un Estado de circunstancias muy complejas. Lo sabe el Secretario.
Ya fue dañado en su estructura de mando, al privar de la vida en condiciones todavía no conocidas, del Director de la Policía Estatal Preventiva. Dolió el hecho, pero al parecer los criminales andan disfrutando sus fechorías en libertad.
La destrucción de las cámaras de videovigilancia, es un reto abierto a la policía, que exige también una respuesta firme para imponer el orden y que prevalezca la legalidad. En el combate a la inseguridad no se trata de enfrentar a delincuentes de quinta categoría. La actividad policial debe ir más allá. La localización y detención de blancos importantes que son los que deveras causan la inseguridad en el Estado.
Seguiremos reiterando que, en la actividad policial, se han desestimado los operativos planeados. Identifiquen las zonas de riesgo e implementen de manera conjunta las acciones que si bien no se llega a la detención de personajes delincuenciales de interés. Es una forma de disuadir el crimen y desterrar gradualmente la inseguridad. Desde el cómodo escritorio y de las oficinas refrigeradas también, los resultados que se esperan no se podrán obtener.
¿Miedo o complicidad para desarrollar acciones policiales? La presencia policial y el patrullaje continuo no solo disuadiría la actividad criminal, molesta también al delincuente y recurre a la amenaza al no tener movilidad segura para cometer sus fechorías.
Ha dicho el Gobernador que los ataques se deben por la constante actividad policial en el combate a la delincuencia. ¿Será verdad? Hemos cuestionado la pasividad policial que fastidia por no hacer nada y un rezago impresionante de investigaciones en curso y que tampoco avanzan. ¿Tendrá razón el futuro embajador?
¿quizá para el gobernante, la mejor forma de atacar el crimen es no molestar al delincuente, probablemente eso quiso decir? ¿Habría acuerdos entre autoridades para manifestar esa pasividad que ofende y que arraiga la impunidad? ¿molestó al delincuente organizado el anuncio de la renuncia del Fiscal General, ante el riesgo de perder sus privilegios sin investigaciones en su contra? ¿El destrozo de las cámaras de seguridad es un mensaje a la próxima administración gubernamental de la grave corrupción que se vive en las estructuras policial y de investigación criminal? Un flagelo que se dejó crecer demasiado. Un pulpo con demasiados tentáculos.
¿Usted qué opina?