Es un atractivo ver desfilar largas filas de vehículos militares por las carreteras de Sinaloa y la inseguridad campeante.
Miércoles 30 de marzo de 2022.
Gallardía y disciplina los hacen ver bien. Vehículos limpios, dotados de combustible, soldados bien uniformados y buenos viáticos para no pasar hambre en su patrullaje por Sinaloa. Seguro son las formas de disuadir el crimen y combatir la inseguridad.
Ineficiencia en sus funciones de policía, el soldado se desacredita. Pero, aun así, el gobierno continúa en su interés por desaparecer las policías. La consigna nacional es arraigar el concepto de Guardia Nacional militarizada.
El delincuente sigue sin ser frenado en sus acciones criminales. Los hechos delictivos siguen ocurriendo en la ciudad y en Estado. No hay capacidad de reacción contra los criminales, pero el gobierno discursea diciendo que la Guardia Nacional traerá soluciones a los habitantes afectados.
¿Dónde está la Guardia Nacional? Desfilando como la quieren ver. Se reconoce que tienen riesgos de ser enfrentados. Lo han hecho en diversas ocasiones, pero lo malo es que casi no detienen delincuentes.
Todos los días se reúnen para dialogar, desayunar y tomar café los mandos militares y civiles en el cuartel militar. Mucho tiempo se destina para describir en el papel lo que se deberá realizar sin que los resultados se alcancen a ver.
La Guardia Nacional, no será la solución. Estados y Municipios se tendrán que apresurar en formar a su policía, dotar de elementos suficientes a sus estados de fuerza y dejar de mendingar los apoyos del gobierno federal.
Los enfrentamientos siguen produciéndose. Las detenciones escasean. Se difunde en la prensa que hay aseguramientos de armas y droga, pero sigue habiendo crisis en la detención de delincuentes.
No hay coordinación en la investigación y tampoco en la ejecución de ordenes de aprehensión. No hay confianza entre mandos en las instituciones. Las complicidades continúan y no se hace nada por desterrarlas.
La confianza militar se pone en duda. El asunto Ayotzinapa los preocupa. En algún momento mencioné, porque a las fuerzas armadas no se les había tocado y por qué no se había obligado a declarar a militares bajo sospecha de haber participado en esos hechos.
El lodo que quitan de la envoltura de los hechos de los 43 desaparecidos podría beneficiar a los detenidos en Iguala, y con disculpas públicas. Muchos datos están surgiendo y no es la policía civil la que aparece como responsable, es la fuerza militar la que está en el ojo del huracán.
Tuvo que ser otra vez una autoridad extranjera la que viniera y sacara resultados. Pone en evidencia no solo la incapacidad sino la complicidad mexicana en un hecho tan aberrante que ha sido vergüenza nacional e internacional. La desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. El Fiscal de la Republica metido en líos que ni cuenta se da de lo que está ocurriendo.
La milicia no investiga, tampoco hace suyos los principios universales de protección a la persona. Lo hace solo en el discurso. Es un imperativo que los saquen de las funciones de policía. El sistema de justicia penal está en riesgo de colapsar. Los militares reprochan al Juez poner en libertad a criminales, obligan al ministerio público judicializar las carpetas de investigación, pero no admiten que por sus errores se facilita la libertad al criminal.
Las organizaciones civiles y de profesionistas, siguen apáticas y temerosas para exigir mejores resultados en el combate a la inseguridad. Desaparecen personas y se burocratiza la administración sin fortalecer la investigación. Crece el mando directivo y se disparan los delitos. Escasea el presupuesto y se afecta al policía. Sigue escondiéndose en el discurso mediático una autoridad incapaz de frenar el delito y abatir la inseguridad.