MALVERDE, ¿SANTO Ó DEMONIO?
NOVIEMBRE 29 DE 2023.
Por: Herberto Sinagawua Montoya.
Malverde ha usurpado un sitio al lado de Heraclio Bernal, y de los cabecillas indígenas Ayapin, Nacabeba y Felipe Bachomo. Se ha escabullido entre esas figuras legendarias con el poderoso apoyo de los narcotraficantes. Ha prosperado su leyenda en la medida en que ha prosperado el narcotráfico.
Se alzó de su tumba bajo un mezquite en la estrecha vereda que partía de la estación del tren a la carretera de Navolato y cuyo trazo corresponde hoy día a la Calzada de los Insurgentes.
Me tocó conocer esa tumba que era un gran montón de piedras del tamaño de un aguacate; estas piedras estaban tiesas y oscuras por el esperma de velas que no de veladoras porque entonces todavía no se utilizaban.
El mezquite era esmirriado y de pocas ramas. Y sobre aquel montón de piedras se erguía una cruz de madera, labrada a raja tabla, y que le confería a la tumba todo el aspecto precario y elemental de una tumba de muerto anónimo a la orilla de un camino real.
No era una tumba que intimidara a nadie, más bien daba lástima. Oí que estaba sepultado Jesús Mazo, conocido como Malverde, ladrón urbano que ponía de mal humor al gobernador, general Francisco Cañedo, que no le podía poner la mano encima por la protección que le daba el pueblo, ya que Malverde, igual que Heraclio Bernal, robaba a los ricos para apaciguar las necesidades de los pobres.
Según se sabe, Malverde fue colgado por la Acordada que mandaba Herrera y Cairo en aquel mezquite maltrecho del que hablé. Fue el 3 de mayo de 1909. Cañedo, el hombre más poderoso de su tiempo en Sinaloa, murió el 5 de junio de 1909; es decir, un mes y dos días después que su odiado rival.
Fue en ese momento en que murió el gobernador porfirista cuando empezó a surgir la leyenda de Malverde. Empezó a murmurar la gente que el bandido generoso había cobrado venganza y de que la pulmonía fulminante que acabó con la vida del general Cañedo había sido un mal aire que Malverde había soplado desde su tumba hasta la plazuela Rosales, donde vivía el gobernador.
Contrastaron los funerales del general Cañedo y los de Malverde; mientras el del general hizo reunir en Culiacán a los representantes de las fuerzas vivas de todo el estado”, incluyendo masones juaristas, el de Malverde fue en silencio y en despoblado tratando de que la gente no supiera a tiempo su detención y se armara en detalle la sublevación popular.
En las honras al general Cañedo hubo flores y música; en las de Malverde sólo el rítmico acezar de los soldados de la Acordada de Herrera y Cairo abriendo la tumba a golpe de güingo y pala. Muchos aseguran que la tumba no fue abierta por los soldados cañedianos sino por la propia gente, luego de que fue colgado. Como no hay documentos sobre ese suceso que para la autoridad no significaba nada, las dos versiones pueden ser dadas con toda honestidad para que cada quien se quede con la que más se avenga a su manera de pensar.
No hay confirmación documental, pero también se sabe de oídas que Malverde era nativo de un rancho cercano a Mocorito. Se dice que muy joven se empleó como peón de vía durante la construcción del tramo del ferrocarril Southern Pacific of Mexico en el tramo de Guamúchil a Culiacán.
Al llegar la punta de fierro a ésta ciudad el joven Jesús Juárez Mazo quedó cesante, porque era política de la superintendencia del ferrocarril el ir renovando sus peones contratándolos en la región donde iban llegando evitándose problemas de habitación y aclimatación. Sólo existían los campamentos de los técnicos y de los mayordomos generales, casi siempre norteamericanos.
Se afirma que Malverde nació en 1870, y de que, realmente, empezó a hacerse notar por las rabietas que hacía pasar al gobernador Cañedo al robar a familias decentes poniendo en entredicho su autoridad y su respeto absoluto a la propiedad privada.
No fue el ladrón rural como lo fue Heraclio Bernal, que robaba a las compañías gringas que explotaban los reales de minas en Cosalá y San Ignacio para ayudar a los pobres. Fue un ladrón urbano en una ciudad pequeña que apenas si rebasaba los 14 mil habitantes.
Como ha ocurrido y seguirá ocurriendo ha sido el soplón el que ha dado las señales para dar con las guaridas de estos bandoleros románticos semejantes al Robin Hood que robaba en Sherwood Forest para aliviar la estrechez de los jodidos, igual que Jesús Arriaga, el gran Chucho El Roto, que también gustaba de sacar al prójimo de apuros.
En el caso de Heraclio Bernal fue su compadre Crispín García quien dio parte a la autoridad para que lo aprehendieran. ¿Fue una traición? ¿Fue un arreglo entre Heraclio Bernal y Crispín García para cobrar la recompensa por su captura, vivo o muerto, de diez mil pesos plata, considerando que Bernal sufría una gangrena que de todas maneras le habría de quitar la vida?
Jorge González, al que apodaban el Gío, llevó a la Acordada de Herrera y Cairo al escondite de Malverde, que estaba prácticamente indefenso con un balazo en la pierna.
¿Cuánto cobró el Gío? Ya se sabe que en la recompensa de los diez mil pesos por el pellejo de Heraclio Bernal las compañías mineras gringas aportaron una cantidad muy significativa, pero en el caso de Malverde se duda que hubiera alcanzado una cotización semejante ya que era un bandolero de tercer rango, sin ninguna pizca política lo que no era el caso de Bernal, que firmó el Plan de la Rastra, un manifiesto al pueblo llamándolo a las armas para combatir la larga dictadura del porfiriato.
Dicha proclama del 27 de julio de 1885 decía lo siguiente: Heraclio Bernal, comandante de las fuerzas proclamadoras de las garantías constitucionales, a los habitantes hago saber: Que el gobierno actual no es obra de los pueblos, ni respeta las garantías que todo hombre debe disfrutar, con arreglo al pacto federal de la República, porque es bien sabido que los actuales gobernantes se han impuesto a sí mismos, y porque también no hay moralidad ni justicia, ni protección para los ciudadanos, pues cuando se adueñan del poder sólo se ocupan de enriquecerse y de exterminar a los demás.
El general Cañedo, en su plática de todas las tardes, con la silla apoyada en la pared de su casa frente a la plazuela Rosales, decía que Malverde era más bien un juego ─“una chiroteada”─si se le comparaba con Heraclio Bernal. Bernal había desafiado a las compañías mineras gringas y al general Porfirio Díaz, y eso sólo se podía pagar con la vida.
Fue el hombre más perseguido en la sierra de Cosalá porque el general Porfirio Díaz quería decapitar el movimiento rebelde auspiciado por el general Trinidad García de la Cadena, gobernador de Zacatecas, quien fue apresado y pasado por las armas en 1886; Heraclio Bernal habría de morir dos años después, en 1888.
Malverde permaneció en silencio durante más de medio siglo. Empezó a sonar su nombre cuando el gobernador del estado, Alfonso G. Calderón, dio a conocer su plan de construir un nuevo Palacio de Gobierno en lo que había sido la triste y miserable colonia Ruiz Cortines, por cuyas calles corrían los desechos humanos.
Tocó que dicho Palacio de Gobierno habría de erigirse, según el proyecto del arquitecto Eduardo de la Vega Echavarría, justamente en el sitio donde estaba la tumba de Malverde.
Se alzó la protesta popular exigiendo que la tumba no fuera tocada. Pero el gobernador Calderón, un gran político, ordenó que los buldozers empezaran a trabajar y que la tumba, discretamente, fuera cambiada de lugar. Un camión cargado con piedras levantó como por arte de magia una tumba para el Chucho El Roto culiacanense, y dicha tumba está hoy día (2001) en un estacionamiento vecino a un McDonalds, por la Calzada de los Insurgentes.
Se cambió de lugar al bandolero generoso sin que se alzaran las chispas de las hornillas.
Con el surgimiento del narcotráfico en los años 70s, que obligó al gobernador Calderón a pedir auxilio al gobierno federal, creándose la Operación Cóndor, Malverde fue opacado por la gloria efímera de los narcotraficantes de aquel tiempo.
Sin embargo, surgió de la sombra en 1973 un amigo, Eligio González León, que se erigió en capellán del bandolero que puso en jaque las fuerzas del orden del general Cañedo, y le construyó una capilla a la orilla misma del riel en la vieja estación del tren.
A esa capilla, en romería, acudía gente de todos lados. Querían pagarle al santo patrono un favor recibido de Malverde y San Judas; es decir, por allanar de dificultades algún envío de mercancías a la frontera, o por salvar la vida en circunstancias muy penosas y difíciles.
Y aquel Malverde, con acentuados rasgos indígenas, ahora se transformó en un galán de cine al modo de Pedro Infante o de Vicente Fernández. Gasta tupido bigote, cejas pobladas, cabellera negra que de tan tupida da la sensación de un bisoñé a lo Manolo Fábregas, y una camisa ranchera que consagra una mascada de seda de una sola vuelta.
Al crecer el culto a Malverde crecieron las limosnas y el capellán González León fue objeto de críticas por el manejo de la figura del legendario personaje.
Él se defendió que hacía exactamente lo que le ordenaba hacer Malverde y que no tenía a quien rendirle cuentas más que a él.
Hubo una breve trifulca con la autoridad católica, pero las aguas se serenaron, y González León, atendiendo órdenes superiores, prestó servicios fúnebres a familias que no podrían pagarse ataúd para su muerto, y Malverde continuó repartiendo favores igual que en la era cañediana.
Nuestra historia habla del triste final de los grandes populares: Ayapin, el gran cacique indígena, fue descuartizado en el siglo XVI, en el atrio de Catedral por las milicias de Melchor Díaz; Nacabeba, brujo que participó en el horrible homicidio del misionero jesuita Gonzalo de Tapia, fue apresado y muerto por el capitán Diego Martínez de Hurdaide; Heraclio Bernal fue muerto por las fuerzas del porfirismo y cañedismo en Cosalá; Jesús Juárez Mazo, alias Malverde, fue otra víctima de aplicación fiel de la ley al estilo Cañedo, y Felipe Bachomo fue fusilado en la estación del Ferrocarril Kansas City-México y Oriente, en Los Mochis, por órdenes de Benjamín F. Johnston, dueño de la United Sugar, quien nunca le perdonó al líder mayo asaltar la ciudad y amenazar a sus empleados norteamericanos y provocar la insurrección por el atraco que la United Sugar hizo de tierras propiedad de los indígenas sinaloenses de las dos orillas del río Zuaque (El Fuerte).
Malverde se reparte ahora entre su nueva tumba y la capilla de González León. Pero crece su fuerza de tal manera que ya es una figura internacional. Es notable el interés que ejerce en estudiosos de la conducta social, y, desde luego de ese doloroso y triste caso que es el narcotráfico.
Por una de esas torpes mescolanzas ahora ya no se puede separar a Malverde del narcotráfico, cuando él, en su tiempo, sólo sabía del verde para esconderse entre la milpa o el cañaveral, o en los túneles de los que todos hablan pero nadie vio. Malverde no supo jamás de mariguana ni amapola. Pero su atractivo pasado se prestó para erigirlo en defensor y guía de narcotraficantes. Malverde, de simple malviviente, fue eregido patrono del negocio más infame del diablo.