Era evidente que Calderón le tenía un gran respeto a Uribe y sentía afinidad ideológica con él. Los dos son conservadores; amigos políticos del derechista español José María Aznar y aguerridos contradictores de la izquierda latinoamericana.
Unidos por afinidades ideológicas, los hoy expresidentes Felipe Calderón, de México, y Álvaro Uribe, de Colombia, creyeron que el esquema de “seguridad democrática” mediante el cual el segundo combatió a la guerrilla podía ser copiado por el mexicano para vencer a los cárteles de la droga. Aunque el caso colombiano tuvo algunos resultados positivos, esa política hundió a su país en la violencia y acarreó violaciones de los derechos humanos. El resultado en México fue similar: más hechos violentos, corrupción en las fuerzas federales, multiplicación de bajas civiles…
BOGOTÁ (Proceso).- El miércoles 4 de octubre de 2006 el entonces presidente de Colombia Álvaro Uribe recibió en el Palacio de Nariño a Felipe Calderón, quien tres meses antes había resultado el ganador oficial de una polémica elección presidencial y se preparaba para asumir, el 1 de diciembre, como nuevo mandatario de México.
Lo más llamativo de ese encuentro fue el trato tan deferente que dio Uribe a Calderón pese a que éste aún no era presidente, y la duración de la cita, que comenzó con un desayuno de trabajo y siguió con un encuentro bilateral. Se prolongó toda la mañana.
Un exfuncionario colombiano que estuvo en ese desayuno dice a Proceso que Uribe exhibió los “éxitos” de su “política de seguridad democrática”, una estrategia que le había permitido reducir 54% los cultivos de hoja de coca y arrinconar a la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
“Uribe no habló de una guerra contra el narcotráfico, pero sí habló de los beneficios que le había dejado a Colombia la lucha frontal contra el crimen organizado y contra el narcoterrorismo (así se refería a las FARC), y se comprometió con Calderón en ayudarlo con toda la asesoría de seguridad que le hiciera falta”, asegura la fuente consultada.
Uribe era un mandatario popular y tenía resultados que mostrar en su lucha contra el crimen y la insurgencia. Su índice de aprobación en septiembre de 2006 era de 72%, según una encuesta de Gallup. En su primer periodo de gobierno (de agosto de 2002 a agosto de 2006) los homicidios se habían reducido 40%; pasaron de 28 mil 837 a 17 mil 479. Los secuestros habían caído de ocho a dos cada día. Colombia era un país mucho menos violento e inseguro que cuando él llegó al poder. Esos datos duros, aunados a un buen ciclo económico, le habían permitido reformar la Constitución para poder reelegirse y cumplir un segundo mandato.
Era evidente que Calderón le tenía un gran respeto a Uribe y sentía afinidad ideológica con él. Los dos son conservadores, partidarios del mercado, más que del Estado; amigos políticos del derechista español José María Aznar y aguerridos contradictores de la izquierda latinoamericana, en particular de lo que ellos llaman el “castrochavismo”.
En una rueda de prensa que ofreció Calderón la tarde del 4 de octubre de 2006 en el Palacio de Nariño, tras su encuentro con Uribe, el panista comenzó a hablar de “seguridad democrática” y de la disposición del mandatario colombiano de ofrecer “asesoría en temas vitales para México”