SANTA MISA, XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. 15 DE SEPTIEMBRE DE 2024


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Dijo Pedro: “Tú eres el Mesías”. – Es necesario que el Hijo del hombre padezca mucho.

15 de septiembre del 2024

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
MR p. 436 [434] / Lecc. II p. 162. LH Semana IV del Salterio.

ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sir 36, 18

Concede, Señor, la paz a los que esperan en ti, y cumple así las palabras de tus profetas; escucha las plegarias de tu siervo, y de tu pueblo Israel.
Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA

[Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban.] Del libro del profeta Isaías 50, 5-9a
En aquel entonces, dijo Isaías: “El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado. Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?”. Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL del salmo 114, 1-2. 3-4. 5-6 .8-9

R. Caminaré en la presencia del Señor.
Amo al Señor porque escucha el clamor de mi plegaria, porque me prestó atención cuando mi voz lo llamaba. R.
Redes de angustia y de muerte me alcanzaron y me ahogaban. Entonces rogué al Señor que la vida me salvara. R.
El Señor es bueno y justo, nuestro Dios es compasivo. A mí, débil, me salvó y protege a los sencillos. R.
Mi alma libró de la muerte; del llanto los ojos míos, y ha evitado que mis pies tropiecen por el camino. Caminaré ante el Señor por la tierra de los vivos. R.

SEGUNDA LECTURA

[La fe, si no se traduce en obras, está completamente muerta.] De la carta del apóstol Santiago 2, 14-18
Hermanos míos: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras? Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que algún hermano o hermana carece de ropa y del alimento necesario para el día, y que uno de ustedes le dice: “Que te vaya bien; abrígate y come”, pero no le da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué le sirve que le digan eso? Así pasa con la fe; si no se traduce en obras, está completamente muerta. Quizá alguien podría decir: “Tú tienes fe y yo tengo obras. A ver cómo, sin obras, me demuestras tu fe; yo, en cambio, con mis obras te demostraré mi fe”. Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Gal 6, 14

R. Aleluya, aleluya.
No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. R. Aleluya.

EVANGELIO

Dijo Pedro: “Tú eres el Mesías”. – Es necesario que el Hijo del hombre padezca mucho.

Del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesárea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le contestaron: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas”.
Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro le respondió: “Tú eres el Mesías”. Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”.
Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”. Palabra del Señor.
Se dice Credo.

ORACIÓN DE LOS FIELES:

Imploremos la misericordia de Dios y pidámosle que escuche las oraciones de los que hemos puesto nuestra confianza en Él:

1. Para que los obispos, los presbíteros y los diáconos puedan llevar una vida santa –tal como corresponde a su ministerio– y logren por ello un día el premio abundante de su trabajo, roguemos al Señor.

2. Para que los que gobiernan las naciones y tienen bajo su poder el destino de los pueblos crezcan en el don de la prudencia y el espíritu de justicia, roguemos al Señor.

3. Para que los enfermos e impedidos tengan la fortaleza necesaria a fin de que no se desanimen ante las dificultades y vivan en la esperanza de los bienes eternos, roguemos al Señor.

4. Para que a nosotros y a nuestros familiares, amigos y bienhechores Dios nuestro Padre nos conserve los bienes que con tanta generosidad nos ha concedido, roguemos al Señor.

Dios nuestro, danos en abundancia los dones de tu Espíritu Santo para que –iluminados con su luz admirable– creamos de verdad que Jesús es el Mesías y vivamos convencidos de que salvaremos nuestra vida, si tenemos el valor de perderla por anunciar el Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Sé propicio, Señor, a nuestras plegarias y acepta benignamente estas ofrendas de tus siervos, para que aquello que cada uno ofrece en honor de tu nombre aproveche a todos para su salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. 1 Cor 10, 16

El cáliz de bendición, por el que damos gracias, es la unión de todos en la Sangre de Cristo; y el pan que partimos es la participación de todos en el Cuerpo de Cristo.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Que el efecto de este don celestial, Señor, transforme nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para que sea su fuerza, y no nuestro sentir, lo que siempre inspire nuestras acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.


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