La vida nos transmite numerosas enseñanzas. Pudiera contar muchas, algunas buenas y otras no tan buenas. Hoy compartiré una historia real de una acción intimidatoria real.
Jueves 15 de diciembre de 2022.
No creo en las casualidades; sin embargo, es el mes de las posadas y habrá todavía muchos desvelados, y mucho más. Pero los cuidados deberán ser parte en nuestras actividades diarias. Los hechos que desagradan pueden ocurrir y habrá que evitarlos, porque hay personas como las de mi relato que actúan y lo hacen con el ánimo de dañar o intimidar cuando menos.
Salí por la mañana como todos los días, a mis quehaceres diarios ya sea a la oficina para preparar los trabajos del día, a algún desayuno o en su caso a los tribunales donde me toca desarrollar actividades profesionales relacionadas con la abogacía.
Procuro no ser descuidado o distraído en mis recorridos, aunque no siempre eso es suficiente para eludir alguna contingencia o agresión. Todo empezó cuando hacía alto, al igual que otros conductores en sus vehículos, en el semáforo ubicado en el cruce de la Avenida El Dorado y el Boulevard Isla Musala, esperando que se encendiera el verde para circular. Ocupaba la cabeza de la fila y a mi costado izquierdo también un vehículo Mercedes Benz de modelo reciente del tipo G- Force Gurkha, color blanco.
No alcance a distinguir con claridad al conductor, sus cristales eran un poco oscuros, pero era de aspecto joven, cuando hacíamos alto frente al semáforo y al encender el verde, iniciamos la marcha, pero al avanzar, el tipo del Mercedes maniobró de manera sorpresiva y estuvo a punto de golpear mi vehículo.
Accioné el claxon en alerta de su maniobra peligrosa ya que su ubicación y la mía era para continuar por la Avenida El Dorado y no por lo Isla Musala. Lo ocurrido, lo consideré como un hecho aislado y circunstancial que en esta selva vehicular nos puede ocurrir a todos.
Enderecé la marcha de manera normal pero cuando quise lo rebasar a pocos metros de haber pasado el semáforo, no íbamos a velocidad alta, me cerró el paso, oprimí el claxon para que observara lo que hacía y corrigiera la posible distracción, pero no fue así, circuló por el centro del carril de circulación sin dejarme pasar, entendí que era una actitud provocativa pero tampoco había que seguirle el juego.
Así continuamos, la película corría, no le importaba si obstruía no solo mi paso sino también al de otros conductores. Hicimos alto en las filas de vehículos que se forman por el semáforo en el puente Juárez, y al continuar la marcha busqué la oportunidad de rebasarlo, pero siguió impidiéndome que lo hiciera. Esperaba encontrar alguna patrulla policial y no se vio ninguna. La escasez policial es una realidad.
Se preguntarán por qué no llamé al 911, por la sencilla razón de que no funciona como un teléfono de emergencia porque el cuestionario que formulan al usuario de la emergencia al otro lado de la línea es tiempo suficiente para que lo levanten, lo entierren y todavía repartan las esquelas. No funciona.
Finalmente lo ocurrido ayer, se mantuvo desde el cruce de la Avenida el Dorado y el Boulevard Isla Musala, hasta que tuve la oportunidad de subir por la rampa del Boulevard Niños Héroes hacia la Av. Obregón. Ninguna patrulla y tampoco llamada al 911.
La inseguridad es un hecho, no puede ni debe negarse. No hay estrategia para evitar que ocurran esos hechos. La policía prefiere salir de la ciudad y se aposta en las carreteras de salidas, se ponen a revisar vehículos y preguntar a los conductores a donde van y revisan el registro de la serie vehicular y siguen la marcha.
Son medidas que no sirven para inhibir al delincuente, el maleante circula impunemente por la ciudad y es el lugar de sus fechorías. Que no se simule que se trabaja, dejen sus cómodas oficinas y sálganse a la calle a trabajar.
¿Usted qué opina?