Hace 60 años moría en Hamburgo el primer bajista de los Fab Four. Personaje clave en esa etapa, se enamoró de una fotógrafa alemana y se quedó a cumplir su sueño de artista, pero un misterioso aneurisma se lo llevó muy pronto
Entre las tantas leyendas que orbitan la vida de Los Beatles, hay por lo menos dos que se le atribuyen a Stuart Sutcliffe.
The Beatles in Hamburg in 1961.(L to R) Pete Best, George Harrison, John Lennon, Paul McCartney and Stuart Sutcliffe (Express Newspapers Via AP Images)
Suerte de héroe anónimo o enviado divino, el escocés tiene que ver con el nombre del grupo y con la estética de sus primeros años, ni más ni menos que eso. Imposible imaginar hoy a The Beatles con otro nombre que ese y con otro look que no fuera el de los flequillos, y en el origen de cada caso estuvo Stu. Su voracidad lectora, su capacidad de atar diferentes cabos sueltos en el panorama artístico, su inquietud estética y su corazón dispuesto a todo ayudaron a formatear la génesis del grupo que cambió la música del siglo XX.
Stuart Sutcliffe nació en Edimburgo el 23 de septiembre de 1940, en una Europa en guerra que llevó a la familia a instalarse en Liverpool antes que el niño cumpla tres años.
Su padre Charles era ingeniero naval y su madre Martha era maestra de escuela, y el niño creció en un hogar disfuncional, entra los prolongados viajes del padre y los maltratos y las discusiones que escuchaba a su regreso.
El arte fue su refugio y no tardó en mostrar talento para el dibujo que lo llevaron a anotarse en el Liverpool College of Art.
Allí sobresalieron sus dotes para la pintura, donde se convirtió en uno de los preferidos de profesores, y su carisma y atracción irresistibles que lo hicieron popular entre los alumnos.
Su amigo Bill Harry, periodista y agitador clave en la movida merseybeat, le presentó a otro estudiante, igualmente inquieto pero con otros horizontes, que le iba a cambiar la vida para siempre.
El conflictuado John Lennon encontró en Stuart un compañero con el que poder llevar un paso más allá sus inquietudes y quien iba a terminar moldeando su personalidad de Teddy Boy.
Si con Paul McCartney intercambiaban sus talentos musicales en la casa de su tía Mimi, no iba a tardar en mudarse con Stu para divagar sobre pintores existencialistas y escritores beatniks. Los estudiantes se hicieron amigos y no tardaron en volverse compinches, en una relación basada en un improvisado y abrumador trueque artístico, en el que Stu ofrecía técnicas sobre cómo componer un cuadro o planificar una obra, mientras que John le mostraba en su guitarra cómo sabía tocar los nuevos sonidos del rock and roll.
Esto provocó el primer cortocircuito entre Lennon y McCartney, otro ingrediente clave en el mundo beatle que podemos atribuir a Stu, ya que en él, Paul veía un competidor en la atención del por entonces líder indiscutible de un grupo al que le faltaban unas cuantas cosas por definir.
Stu con sus clásicos lentes oscuros
Sin el menor interés en convertirse en músico, Stuart fue cayendo de a poco en la trampa del destino. Cautivó a los muchachos por su porte de artista y por su onda de vanguardia, en una Londres que empezaba a dejar atrás su estela gris de la guerra y se preparaba para brillar en colores a mitad de la década. Corría 1959 y Lennon, McCartney y George Harrison eran tres guitarristas enloquecidos con los sonidos del rock and roll que llegaban del otro lado del Atlántico.
Se hacían llamar Johnny and the Moondogs pero no les convencía del todo, mientras buscaban resolver el recurrente asunto del baterista. Otro casillero a llenar era el del bajista, del que nadie quería hacerse cargo y para el que convencieron a Stu. Más que un instrumentista, la banda soñaba con un instrumento, un bajo Höfner President 500/5 que costaba un dineral y que solo podía solventar él gracias al dinero que había obtenido en la subasta de una de sus obras.
Su ascendencia sobre Lennon y la química de la relación entre ambos quedó plasmada en la versión oficial sobre el origen del nombre que fue leyenda. Atrás había quedado The Quarrymen y Johnny and the Moondogs tenía los días contados.
Una noche de habitación, en esas charlas de adolescentes llenas de sueños y delirios, conversaban sobre su admiración por The Crickets, el grupo que lideraba Buddy Holly, y de quienes tocaban temas como “That’ll be the day” desde las épocas de los Quarrymen. En ese brainstorming improvisado, Stu propuso seguir en la línea de los insectos y propuso los beetles (escarabajos) como homenaje a los crickets (grillos). El resto es historia conocida.
Aunque la música no era un terreno desconocido para él y había tomado clases de piano y guitarra durante su infancia, Stu tenía claro que quería ser pintor.
Y era bueno en eso, disciplinado y prolífico, según dieron cuenta compañeros y profesores del instituto. Pero la relación simbiótica con Lennon lo fue empujando hacia una escena que estaba a punto de explotar y a comienzos de los ‘60 ya era parte del grupo. Con ellos se fue de gira a Escocia, como backing band de Johnny Gentle y bajo el pseudónimo de Stuart de Sael. Al regresar, firmaron un contrato que iba a cambiar sus vidas.
De puerto en puerto
Mandatory Credit: Photo by Keystone/Shutterstock (439982aw) Allan and Beryl Williams, Lord Woodbine, Stuart Sutcliffe, Paul Mccartney, George Harrison and Pete Best at the Arnhem War Memorial – 1961 The Beatles