Hablar de honestidad gubernamental en estos días es como lanzar piedras al sol. Sabemos que no le habremos de pegar.
La frustración personal y social parece que es la premisa al momento de analizar la honestidad no solo como un valor personal sino como un valor social. Parece que, al comentar sobre el tema, ofende a algunos, pero en otras opiniones abonan en sus comentarios para que el Gobernador electo, seleccione de manera cuidada a las personas que conformarán su equipo de colaboradores en su gobierno.
No comparto el hecho de que la corrupción seguirá formando pare de nuestro sistema de gobierno porque ese ha sido el común denominador vivido por muchos años. Comparto el malestar de que la corrupción ha sido parte de la política y del gobierno, y no ha hecho gran cosa para castigarla. El discurso de castigo ha sido solo la bandera política para conseguir el voto.
Quienes hemos tomado la decisión de expresar nuestras opiniones utilizando estos medios de comunicación social, lo hacemos con la convicción de promover inquietudes y propiciar que otros miembros de la comunidad se sumen al dialogo provechoso y que contribuyan a crear conciencia social.
Quizá como alguien lo dijo por ahí, seré un iluso si no hago señalamientos directos de lo que ha ocurrido con algunos servidores públicos que con sus actos se han enriquecido, han demeritado la función pública y no han sido castigados. Algo así como convertir esta columna en una especie de denuncia ciudadana. No es la intención, porque de los comentarios que se hacen, en algunos casos, refieren servidores públicos, áreas y probables hechos de corrupción. Es cuestión de que sean investigados. Como no se hace, es la causa del malestar social o frustración ciudadana.
Sin duda que la honestidad es un valor que trasciende, es una cualidad personal que aparece desde el momento que una persona es nombrada para formar parte de equipos de gobierno o para participar como candidatos a puestos de elección popular.
Los ciudadanos, en muchos casos, han manifestado su inconformidad en los nombramientos de funcionarios, porque no cumplen con el requisito de la honestidad.
Inconformidad social que ha sido desestimada de manera sistemática. Poco ha importado al gobernante si el funcionario designado ha sido deshonesto en su desempeño en otras responsabilidades ocupadas. Casos ha habido muchos.
Es cierto también, como se señala, que la administración pública o la actividad política, es como una escuela, porque son áreas que han sido utilizadas para perfeccionar sistemas de saqueo de los recursos públicos y fomentar la corrupción. Algo así como en la película, “una escuela de rateros”.
Que hay servidores públicos corruptos, claro que los hay. No son solo los que roban del presupuesto, también son los servidores públicos que solapan la corrupción retardando el derecho ciudadano a la justicia.
los Tribunales del trabajo y las áreas de procuración de justicia tienen un rezago impresionante y no se hace nada para abatirlo. Mucho personal y pocos resultados. En los tribunales del trabajo, demasiada demora en iniciar los procedimientos y en las de procuración de justicia administrar una justicia selectiva.
¿Usted qué opina?