A tres meses del comienzo de la campaña global de inoculación contra el coronavirus, sólo una docena de países lograron vacunar a más del 10% de su población. El impacto sobre los contagios y las muertes parece muy claro en algunos, pero no tanto en otros
7 de Marzo de 2021
Superando los pronósticos más optimistas a comienzos de la pandemia, la vacunación masiva contra el COVID-19 comenzó en los primeros días de diciembre, menos de un año después de que científicos chinos difundieran el genoma del virus surgido a finales de 2019 en la ciudad de Wuhan. Transcurridos tres meses de esta campaña de inoculación que en Occidente comenzó en el Reino Unido, y que en Oriente tuvo a China y a Rusia como pioneros, ya se administraron cerca de 300 millones de dosis de las distintas vacunas que se están distribuyendo en el mundo.
Esos 300 millones representan algo más de 3 por cada 100 habitantes del planeta. Teniendo en cuenta que muchas personas se dieron ya las dos dosis del plan de vacunación contemplado por la mayoría de los laboratorios, se estima que apenas el 2,2% de la población mundial recibió al menos una dosis, según las estadísticas recopiladas por el sitio especializado Our World In Data, de la Universidad de Oxford. Con una cobertura tan baja, aún es demasiado pronto para tener una dimensión acabada del impacto de la vacunación masiva sobre la evolución de las infecciones y de las muertes por COVID-19.
Seychelles, un archipiélago ubicado en el Índico africano, está a la cabeza: el 58.1% de su población ya recibió una o dos inyecciones. Lo ayuda ser un país de apenas 96.000 personas. En segundo lugar está Israel, con el 56.7% de sus ciudadanos cubiertos. Son 8,7 millones, así que el desafío fue mucho mayor. Tercero está Emiratos Árabes Unidos, con 38.7%, y cuarto el Reino Unido, que ya vacunó al 31.5% de sus 66,6 millones de habitantes.
Las otras ocho naciones en las que más de una de cada diez personas recibieron alguna dosis son Maldivas (25,3%), Chile (21,1%), Bahréin (18,1%), Estados Unidos (16,6%), Barbados (16,2%), Serbia (15,1%), Malta (13,4%) y Marruecos (10,5%).
La mejor manera de visualizar el impacto de la vacunación sobre la propagación del virus en un país es ver en un mismo gráfico la evolución de los nuevos casos diarios por millón de habitantes (las líneas de puntos azules) y del porcentaje total de personas vacunadas (las columnas amarillas). Una mirada rápida al caso del Reino Unido parece revelar un efecto directo y casi inmediato de la inoculación.
El 10 de enero llegó a un pico de 881 nuevas infecciones diarias (promedio de siete días) por millón de personas. En ese momento, sólo el 3,37% de la población estaba vacunada. Pero desde ese día, la curva de vacunaciones empezó a subir y la de contagios a bajar. Casi dos meses después, con el 31,46% de cobertura, los nuevos casos descendieron a 94 por millón.
Muy parecidas son las curvas en Estados Unidos. El 11 de enero registraba 754 casos diarios con el 2,69% de la población inoculada. Entonces, la línea de puntos y las columnas empezaron a acercarse hasta que la tendencia se revirtió totalmente. Ahora, con el 16,61% de los habitantes vacunados, las nuevas infecciones cayeron a 184 cada 24 horas.
Pero estos dos casos ameritan al menos plantear el interrogante: ¿es posible que con que apenas 2% o 3% de la población esté vacunada sea suficiente para que empiecen a caer los contagios de manera tan pronunciada? Porque la epidemia se mueve en ciclos y, durante la primera ola, ambos países registraron bajas abruptas en los casos sin la ayuda de ninguna vacuna.
Viendo la evolución de las variables en Israel, habría que concluir que difícilmente sea la inoculación lo que explique la baja de los casos en el Reino Unido y en los Estados Unidos. Aunque, obviamente, puede ser crucial para que no haya nuevos rebrotes.
En Israel, las infecciones seguían subiendo incluso cuando un cuarto de los habitantes ya habían recibido al menos una dosis, y así llegaron al récord de 996 en un día, el 17 de enero. Sólo cuando la protección superó al 40% de la población se produjo una baja sostenida en los contagios, que, de todos modos, no se extinguieron: se estabilizaron en torno a 400 por día desde el 21 de febrero.
No muy diferente es el patrón en los Emiratos Árabes, donde los casos seguían trepando cuando el país se acercaba al 20% de cobertura. Tras un pico de 380 casos el 30 de enero, empezó una leve tendencia a la baja hasta los 290 de estos días, que coinciden con un nivel de vacunación del 38 por ciento.
En Bahréin, el otro país de la Península Arábiga que está muy avanzado en términos de inmunización, la caída empezó un poco antes, con una tasa de protección inferior al 15 por ciento. De 466 casos diarios el 17 de febrero pasó a 366, con el 18% de la población cubierta.
Vacunación y casos en alza
Hay dos países en los que se está produciendo algo contraintuitivo en este momento: a medida que avanza la inoculación, crecen los contagios. Uno es Chile, donde los nuevos casos pasaron de 175 el 22 de febrero, con el 15,46% de la población vacunada, a 213 el 5 de marzo, con una vacunación del 21,09 por ciento.
Más claro se ve el fenómeno en Serbia, donde a comienzos de diciembre se registró un récord de 1.070 infecciones diarias, que cayeron a 249 el 19 de enero, cuando menos del 1% de los ciudadanos estaban vacunados. Pero a partir del 17 de febrero, con una tasa de cobertura superior al 11%, empezó una suba de casos hasta los 538 del 5 de marzo, con 15% de la población inoculada.
Una explicación posible de esta aparente contradicción hay que buscarla en Israel, donde se necesitó que más del 40% de la población estuviera cubierta para dar paso a un descenso de las infecciones. Por otro lado, hay vacunas como la de Sinovac, que es la que más se está aplicando en Chile, que no mostraron tanta efectividad para evitar los contagios, pero sí para prevenir internaciones.
De hecho, esta semana se conoció en Chile el caso de un brote de COVID-19 que afectó a 55 personas en un hogar de ancianos en la localidad de Ancud, en la Región de Los Lagos. Todos habían sido vacunados y se contagiaron igual, pero ninguno desarrolló síntomas graves.
Campañas de inoculación y mortalidad
El caso del hogar en Chile ratifica que lo verdaderamente importante no es evitar las infecciones, sino lograr que éstas sean lo más inofensivas que se pueda, para reducir la mortalidad. Y lo que se ve por ahora del efecto parcial de la vacunación es altamente positivo.
En el Reino Unido, las muertes diarias cada millón de habitantes cayeron de 18 a finales de enero a 3,89 esta semana. Es cierto, como se mencionó antes, es muy probable que no se deba a la vacunación. Pero por eso es importante volver a Israel, donde el descenso fue mucho más pronunciado en la mortalidad que en los casos. Desde el pico de 7,49 decesos el 25 de enero, con el 31,7% de la población vacunada, se pasó a 2,26 del 5 de marzo.
Por otro lado, ni en Serbia ni en Chile se verificó un aumento de la mortalidad tras el incremento de los casos. Es verdad que la suba es relativamente reciente, y puede terminar trasladándose a los decesos en las próximas semanas. Si eso ocurre o no será un prueba interesante para seguir evaluando el impacto de la vacunación sobre la pandemia.