El Congreso está dando ya los primeros pasos para bloquear la retirada masiva de soldados estadounidenses de Alemania en el paquete del proyecto de ley sobre el presupuesto de Defensa
La legislatura de Donald Trump había llevado a Estados Unidos y Alemania a su peor momento de relaciones diplomáticas desde la II Guerra Mundial, un estado de tensión reconocido abiertamente por el Ministerio de Exteriores de Berlín, pero la relación trasatlántica ha comenzado ya a recomponerse. El anuncio que hizo Trump en junio, sobre la salida de alrededor de un tercio de los soldados estadounidenses en bases alemanas, para la que había cursado ya orden de llevarla a cabo «lo más rápido posible», podría, por ejemplo, quedar en papel mojado.
El Congreso de los Estados Unidos está dando ya los primeros pasos para bloquear la retirada masiva de soldados estadounidenses de Alemania en el paquete del proyecto de ley sobre el presupuesto de Defensa, que demócratas y republicanos acordaron ayer en ambas cámaras del Congreso. Berlín permanece ya a la espera de que el Secretario de Defensa de los Estados Unidos declare en un informe al Congreso que tal retirada no sería de interés nacional para comenzar a revertir la situación y evitar que, dentro de cuatro meses, el número de soldados estadounidenses estacionados en la República Federal de Alemania caiga por debajo de los 34.500. Aunque este giro debe superar todavía un obstáculo. El presupuesto de Defensa que ayer acordaron los miembros de la Cámara de representantes, controlada por los demócratas, y el Senado, dominado por los republicanos, un texto de 4.500 páginas, debe ser firmado todavía por Donald Trump para que la ley pueda entrar en vigor.
El documento pactado por los dos máximos responsables del Comité de Servicios Armados del Senado, el republicano Jim Inhofe, y el demócrata Jack Reed, establece en la página 1.428 que el Congreso continúa evaluando a Alemania como un socio fuerte de la OTAN. La presencia de «aproximadamente 34.500 miembros de las fuerzas armadas estadounidenses estacionados en Alemania sirve como un importante elemento disuasorio para la agresión militar y los esfuerzos expansionistas de Rusia en Europa», afirma, «las tropas estadounidenses en Alemania también son de vital importancia para apoyar las operaciones estadounidenses en Oriente Medio, África y Afganistán».
Trump dictó al retirada de las tropas como medida punitiva, alegando que el gasto de Defensa de Alemania era demasiado bajo. Había proyectado retirar un total de unos 12.000 soldados, es decir, alrededor de un tercio del número total de los estacionados en la República Federal. Las ubicaciones en Baden-Württemberg, Baviera y Renania-Palatinado se verían particularmente afectadas. Unas semanas después del anuncio de Trump, el ahora destituido secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, dejó en claro que los planes debían implementarse «lo antes posible», aunque hasta el momento no ha sido cumplida la orden.
Cambio de postura
Otro síntoma de la desactivación del enfrentamiento con Alemania es la disposición que el Congreso de EE.UU. ha mostrado a cambiar de postura respecto a las sanciones a las empresas que participan en la construcción del Nord-Stream 2, el gasoducto que transportará bajo el mar gas ruso hasta el norte de Alemania, intención que queda plasmada también en el presupuesto de Defensa. Se menciona concretamente en el documento, además, la necesidad de consultar a los socios europeos sobre cualquier decisión en ese sentido, en un lenguaje de confianza que Alemania no escuchaba en Washington en los últimos años. Todavía el pasado mes de octubre, según una normativa publicada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de EE. UU., quien colabore con materiales o espacios para el tendido del gasoducto, o equipe barcos para ese fin, o financie el gasoducto, deberá contar con un castigo.
«El Ministerio de Exteriores de EE. UU. y el Ministerio de Finanzas están dispuestos a utilizar todo el espectro de las sanciones para detener la construcción de este gasoducto», afirmo en su día el comunicado. En agosto, tres senadores estadounidenses, Ted Cruz, Tom Cotten y Ron Johnson, amenazaron en una carta a la pequeña ciudad de Sassnitz, en la isla de Rügen, un punto de convergencia logística para la construcción del gasoducto, con la destrucción económica de la ciudad si esta aceptaba seguir colaborando con el proyecto. «Sobre nuestra política energética decidimos nosotros, aquí, en Europa. Tampoco criticamos que Estados Unidos haya más que duplicado en 2019 sus importaciones de petróleo de Rusia, y que ahora sea el segundo mayor importador mundial de crudo pesado ruso. Estados Unidos hace uso de su derechos a una política energética independiente, y nosotros también», fue la respuesta del ministro alemán de Relaciones Exteriores, Heiko Maas. La posición invariable que ha mantenido Berlín al respecto es que las sanciones extraterritoriales de Estados Unidos «violan el derecho internacional».
Tras las elecciones en Estados Unidos, el 9 de noviembre, la canciller Merkel reconoció en su felicitación a Biden y Kamala Harris, que «los europeos deben ir asumiendo progresivamente más responsabilidad» en los ámbitos de la defensa y la política exterior, algo que EE.UU. «espera y con razón». «Los europeos nos hemos puesto en camino», agregó Merkel. «EE.UU. y Alemania como parte de la UE deben estar juntos para superar los grandes retos de nuestro tiempo»… «luchar hombro con hombro en el difícil examen de la pandemia de coronavirus, en la lucha contra el calentamiento global y sus consecuencias, en la lucha contra el terrorismo, para una sociedad abierta y el libre comercio», destacó la canciller alemana. «Estos son los fundamentos del bienestar a ambos lados del Atlántico», afirmó, subrayando la importancia de las relaciones bilaterales y de una «amistad» de décadas, un «tesoro común» y unos «valores fundamentales compartidos, como el individuo, la democracia y la libertad».